Sin liderazgo y con muy poco fútbol:
Tras confirmarse las bajas de Neymar y Casemiro en esta última doble fecha, el equipo evidenció la falta de un líder natural. La ofensiva de Brasil, con Rodrygo, Raphinha, Martinelli, Endrick, Gabriel Jesus y Vinicius (este último lesionado en Barranquilla), muestra muy poco juego colectivo y, sobre todo, carece de automatismos para romper las defensas que repliegan sus rivales.
La evidente falta de un «10» clásico hace que esta selección brasileña sea muy predecible por las bandas, siendo notoria la ausencia de fútbol por el centro del campo.
Los laterales suben muy poco para generar el 2 contra 1 contra el lateral rival, mostrándose excesivamente dependientes de las individualidades que puedan generar los jugadores de arriba.
Fragilidad en el juego aéreo y numerosas desatenciones defensivas:
Los goles de Luis Díaz y Otamendi han dejado al descubierto las deficiencias en el juego aéreo de este equipo. Contra Uruguay en Montevideo, Darwin Núñez hizo lo que quiso con poco espacio ante una defensa que parece más un flan que otra cosa, mostrándose pasivos en la marca, desordenados y perdidos. Los mismos errores que también les costaron un gol de chilena recibido por Eduard Bello en Cuiabá.
Brasil espera a Ancelotti:
Brasil afrontó el inicio de las eliminatorias con un entrenador interino, Fernando Diniz, campeón de la Copa Libertadores con el Fluminense. No ha logrado darle una identidad de juego a esta selección que ha pagado muy caro la incertidumbre de no contar con un director técnico fijo. Se espera la llegada de Carlo Ancelotti, actual director técnico del Real Madrid, para mediados de 2024.
Es evidente que Brasil va a clasificar, ya que estas son las eliminatorias sudamericanas más fáciles de la historia, clasificando 6 directamente y uno a la repesca. El problema radica en el juego anémico que está mostrando esta selección, que carece tanto de resultados como de buen juego.